Cuando se enfrentan el pensamiento humano, la ética y la naturaleza

Cuando se enfrentan el pensamiento humano, la ética y la naturaleza


Hoy me apetece reflexionar sobre la intervención del ser humano en la naturaleza, pero de esta vez en el buen sentido, la intervención para salvar animales.
Seguro que os ha pasado alguna vez de encontraros a un animal salvaje herido, o un pollo que se cayó del nido, o al menos seguro que conocéis algún caso de esos. Pues bien, el ejemplo en el que he pensado para la reflexión que propongo es el de un pollo de gorrión que se cayó del nido y tiene algún tipo de lesión debido al golpe que sufrió.
Este ejemplo está basado en una vivencia propia: un amigo me llamó una tarde diciéndome que había encontrado un pájaro que estaba en la carretera y no se movía bien, y me preguntó qué hacer. Sin pensarlo, como un impulso, fui a buscar algo en lo que transportarlo y fui a recogerlo (es decir, mi primer impulso fue salvarlo, quizás sea por cuestión de ética). No obstante, de camino a recoger el pájaro me asaltaron varias dudas:

¿Es esto que voy a hacer correcto? ¿Debería no intervenir y dejar que el pájaro quedara a su suerte, probablemente siendo atropellado o comido por un gato? En resumen, ¿debería hacer lo que me dispongo a hacer?

Bueno, pues mi yo interior me dijo que recogiera el gorrión, me lo llevara e intentara cuidarlo lo mejor posible hasta que estuviera en condiciones de ser liberado.
Tiempo más tarde, leyendo El origen de las especies de Charles Darwin, me hizo pensar en aquel momento y en debatir para mis adentros si lo que hice es correcto o no. El motivo es el siguiente: en la naturaleza se produce una lucha constante por la supervivencia y por asegurar la descendencia. Un árbol o una planta es capaz de producir miles o incluso millones de semillas a lo largo de su vida y dispersarlas por el medio, con el objetivo de que al menos una de ellas logre alcanzar un lugar en el que tenga las condiciones aptas para desarrollarse; es decir, la vida tiene sentido o utilidad si con ella consiguen lograr la permanencia de la especie en espacio y tiempo.
Lo mismo pasa con los animales: hay animales que producen poca descendencia (puede considerarse el ser humano uno de ellos) y, para conseguir sacarla adelante, necesitan muchos cuidados de sus progenitores, y a veces sus poblaciones son más fáciles de sostener en el espacio que la de otros animales (como los ratones de campo), que necesitan producir mucha descendencia debido a la gran mortalidad de la misma, bien sea por depredación, inadaptabilidad, falta de alimento…
En fin, que todo esto me llevó a pensar que si este gorrión había caído del nido sería por algo. Quizá mala fortuna, quizá sus hermanos provocaron la caída para no compartir con él su alimento, puede que ya estuviera débil y fuera rechazado por sus progenitores…  Y el caso es que ahí estaba yo, que por ética me parecía lo más sensato ayudarle a seguir adelante.
Otra temática tratada en el mismo libro de Darwin es la selección natural. Este factor es el que decide quién es el mejor adaptado y por lo tanto permanece en el tiempo. No debemos de olvidar que la naturaleza es cruel, y para que unos vivan otros tienen que morir, y solo los mejor adaptados consiguen dejar paso a la descendencia. El hecho de rescatar un animal que por selección natural estaba condenado a morir (dado que todavía no sabía volar) va en contra de la propia naturaleza.
Llegados a este punto la balanza está equilibrada; por un lado tenemos la ética humana, que nos dice que se debe salvar a ese animal, y por otro lado tenemos la selección natural, por la cual el animal está condenado a morir. El hecho de que la balanza se incline para un lado u otro reside en nuestro pensamiento, este es el factor determinante.

Volviendo a mi historia con el pequeño gorrión, una vez llegué a casa le intenté dar de comer y beber, y me percaté de que tenía una lesión en el cuello que le impedía mantener la cabeza erguida; le metí unos trapos en el piso de una jaula para que estuviera cómodo y evitar los golpes (ya que daba pequeños saltos pero no podía levantarse, mantenerse erguido ni volar), y dejé que pasara sus últimas horas lo más cómodo y tranquilo posible. Al volver a casa ya estaba muerto, no tenía salvación.
En este caso, mi yo interior me dijo que había obrado bien, que había hecho lo correcto aunque no lograra salvar al pequeño gorrión. Después de vivir esta experiencia y escribir estas letras, todavía no estoy seguro de si lo que hice estuvo bien o no, y por eso lanzo esta pregunta para que cada uno reflexione en sus adentros:

¿Es correcto intervenir en la naturaleza salvando la vida a animales que no consiguen salir adelante por sus propios medios?

Puede que lleguemos a conclusiones distintas, pero cada uno debe saber lo que es correcto para él mismo y en función de ello actuar. Mi decisión ya está tomada…



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