La vida en la ciudad no es fácil. El ir de un lado a otro
nos implica caminar distancias medianamente largas, estar pendiente de los
horarios de los medios de transporte urbanos, o comernos el tráfico lento y
agobiante de las horas punta. Además, una vez llegamos a nuestras casas la
rutina no se detiene, puesto que siempre hay algo que hacer…
Mientras tanto, otras muchas cosas están sucediendo sin que
le prestemos atención.
- Maneras de encontrar comida
Urraca descansando. Foto del autor
Una tarde cualquiera estaba estudiando en mi habitación, y
debido a la gran cantidad aves que revolotean cerca de mi ventana, comencé a
distraerme intentando entender qué es lo que estaban haciendo. Es típico ver a
un par de gorriones revoloteando y chillando de aquí para allá, un mirlo
moviéndose dando pequeños saltos en busca de algo que comer, o palomas y
tórtolas descansando en las ramas de los árboles más cercanos, al cobijo del
sol y del viento, imagen que personalmente me transmite mucha tranquilidad. No
obstante, algo más estaba a punto de pasar.
De repente, una urraca apresurada se posa sobre uno de los
bustos que cierran el jardín. Parecía que había triunfado, pues traía un gran
pedazo de pan entre el pico; lo dejó sobre el busto, y comenzó a propinarle
picotazos hasta que lo rompió en varios pedazos más pequeños, para así comenzar
a comerlos con más facilidad. Durante el festín, otra urraca había llegado y se
había quedado observando, con cierta distancia de por medio a modo de
precaución, lo que hacía su compañera. La primera de ellas, una vez se sintió
satisfecha, comenzó a observar que pasaba alrededor, y al ver a la otra urraca
decidió esconder los dos pedazos de pan que le quedaban para comérselos en otro
momento. De esta manera, cogió el primer trozo y se dejó caer hacia el arenal,
donde empezó a buscar el lugar que le parecería más idóneo para esconder su
comida, y una vez lo encontró posó el pedazo de pan y comenzó a propinarle
picotazos con objeto de hacerlo profundizar en el lecho de arena; una vez que
ya lo había hecho, acabó la faena tapando el hoyo con arena que iba moviendo
con su duro pico. Este proceso lo repitió con el segundo pedazo, también bajo
la supervisión de la otra urraca; me pregunto que criterio utilizaría para elegir
el sitio idóneo donde ocultar el pedazo de pan, quizás tomase alguna referencia
que yo no fui capaz a observar…
El caso es que, una vez terminada la faena, la urraca subió
al busto para tomarse un pequeño descanso y de un salto continuó con sus
tareas, volando hasta que la perdí de vista. Una vez fuera de peligro, la
segunda urraca sería la que pasaría a la acción, pues dejándose caer hacia el
arenal empezó a dar pequeños saltos sobre la arena y a usar su pico como un
detector de comida, moviendo pequeñas acumulaciones de arena, hasta encontrar
el pedazo de pan que la primera urraca había escondido. Su estrategia se veía
venir, pero me llamó la atención el poco disimulo del ave, pues no se cortó ni
un pelo (más bien, ni una pluma) en vigilar lo que hacía la anterior, y una vez
vio su oportunidad tampoco dudó en robarle la comida (bueno, tampoco sé de que
me sorprendo, si al final buena parte de nosotros hemos pasado por situaciones
por el estilo, en las que depositas demasiada confianza en alguien que te la
acaba jugando).
- El disfrute en la ciudad
Gorrión. Foto del autor
Más inteligentes que la primera pega del caso anterior
fueron los gorriones, haciendo gala de que con un buen trabajo en equipo se
pueden lograr los cometidos propuestos.
Pues bien, cerca del mismo arenal hay un par de árboles
ornamentales, uno de ellos un cedro, cuya base está totalmente libre de
vegetación y tiene un aspecto de tierra batida muy suelta, y parece ser que no
soy yo el único que se dio de cuenta de este detalle…
En un ir y venir de las distintas aves que pasan frente a mi
ventana, llegó un pequeño bando de gorriones, que empezaron a colocarse sobre
las ramas de los árboles y sobre los bustos del jardín, e incluso una de ellos
decidió posarse sobre una de las vigas del columpio. Entre chillos y movimientos
frenéticos de sus cabezas en busca de alguna señal de peligro, uno de ellos se
aventuró a descender hasta la base del cedro, seguido de todos los demás gorriones
(o eso creía yo). Estos empezaron a dar saltitos en el suelo hasta llegar a la
zona de tierra suelta, donde comenzaron a agitar las alas y a echarse tierra
sobre el cuerpo, como si de un pato revoloteando en el agua se tratara, dándose
un baño de tierra, probablemente con objeto de eliminar pequeños parásitos que
se hospedan bajo sus plumas.
En ese momento recordé que alguna vez había visto a algún gato
por la zona, y empecé a pensar que quizás los gorriones se habían tomado demasiadas
confianzas y que, de haber algún depredador (como el gato del que os hablo) al
acecho, podrían lamentarlo. Pero para mi sorpresa ya habían pensado en eso,
pues tras observar a los árboles de alrededor vi otro gorrión que estaba posado
observando, probablemente controlando que todo iba bien y que no había peligro
para sus compañeros. Cuando ellos acabaron, se dirigieron hacia la rama en la
que se encontraba su colega, empezaron a chillar inspirando alegría y se fueron
volando.
- Otras circunstancias que llaman la atención
Al día siguiente, una urraca vino al arenal y empezó a
buscar algo, removiendo arena son su pico. En ese momento empecé a preguntarme
si esta sería la urraca que estuvo el día anterior escondiendo o robando
comida, pero no tenía manera de reconocerla. Tras un rato de búsqueda, la urraca
pareció encontrar algo, se lo comió y levantó vuelo hacia el muro de la edificación
de enfrente, como a sabiendas de que aquello era lo único que había en el
arenal y que su trabajo allí había acabado. Luego empezó a pasear y se posó
sobre unos tiestos que estaban vacíos, quiero decir, tenían tierra pero ninguna
planta en ellos (quizás habrían plantado algo y no era capaz de verlo desde mi
posición); como si en el arenal estuviera, comenzó a remover la tierra de hasta
tres tiestos diferentes en búsqueda de algo para picar, lo cual parece ser que
no llegó a conseguir, pues se fue sin encontrar nada… eso sí, a los del
edificio de enfrente les quedará la duda de porqué hay tanta tierra fuera de
los tiestos, y probablemente nunca lleguen a saber el motivo, puesto que si no
lo ves a veces no es tan fácil suponer que podría haber pasado para que algo pase
a estar tal y como te lo encuentras.
Esa misma pregunta me la había hecho yo mismo con el objetivo
de saber porqué el cedro que está enfrente a mi ventana tiene la parte apical
tan torcida. En un principio, lo que se me había ocurrido era que, al ser la
zona más alta del árbol, pudiera ser el efecto del viento el que provocara el
doblamiento de la parte apical, y esta sigue siendo una de las variables que
probablemente actúen sobre ello, pero el motivo principal probablemente no sea
ese. Como os he dicho con anterioridad, multitud de aves se pueden ver desde mi
ventana, y tras fijarme gran parte de ellas reposan en las ramas más altas del
cedro, e incluso en la propia zona apical, lo que probablemente sea el causante
de su falta de rectitud, puesto que el peso de un gorrión puede llegar a ser insignificante,
pero el peso de dos palomas comienza a ser considerable para una parte tan
frágil. Lo que está claro, es que de no haber visto que las aves se posan sobre
la zona apical del cedro, seguiría pensando que el causante del doblamiento
sería el viento, al igual que mis vecinos pensarán que quien sacó la tierra de
sus tiestos sería el gato que vive por esta zona, puesto que hay cosas que no
son tan fáciles de intuir si no las ves…
Paloma posada sobre el ápice del cedro y detalle de la falta de rectitud del mismo. Foto del autor
Palomas posadas sobre un cedro. Foto del autor
Es por eso que de vez en cuando no está mal tomarse un respiro y observar
que está pasando a nuestro alrededor, puede ayudarnos a entender el porqué de
algunas cosas y a no subestimar la inteligencia de algunos seres que viven una
vida paralela a la nuestra, y que en ocasiones pasan desapercibidos.
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